martes, 27 de septiembre de 2011

Llueve cada vez más fuerte, y sé que en estos días dejo de ser yo.
Ahora soy un volcán a punto de estallar, que ya no soporta a mi frágil y desmoronado ser, ése que se encuentra siempre al borde, por caer.
Y lo peor que es ya no queda nada; ninguna melodía que explique mi sentir, ni canciones que me ayuden a estar mejor.
Me he convertido en la espina de la rosa, el agujero del pantalón, la cuerda desafinada, el reloj que no funciona más...
Soy la demora, el tropiezo, el inconveniente... O simplemente ese túnel, declinado y deteriorado; vacío y sin un fin.
Puede que mi cuerpo sea liviano, tanto que no lo siento, pero llevo conmigo demasiada oscuridad, y eso es un gran peso.
Acá estoy yo, escondida en la adversidad!
Pobre de mi inactivo corazón que sumido en la más profunda desolación, solo cuenta con un tenue resplandor que me pretende iluminar.
Como quisiera ahora mismo prenderme fuego, arder en llamar y de una vez por todas sentir un poco de calor... En este frío interminable, en esta intensa oscuridad, en mi invierno eterno; aquí... en lo más profundo de mi alma.

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